Noppera-bô

Relato corto
    Utako se dirigió hasta el shôji (puerta corredera) y se arrodilló con sutileza, como la caída de las hojas de arce en otoño. Se apresuró a abrirlo desde su posición y se apartó ligeramente cediendo el paso de quien vociferaba desde la calle el nombre de su marido. El prestamista entró en la sala colérico, pero enmudeció tan pronto vio a Utako.

Nunca había presenciado mujer más bella. Todo en ella era suave y delicado. Recatada en gestos, de tez pálida como la flor del almendro, tan solo un leve tono rosado en sus mejillas adornaban tan hermosa cara. Su expresión, triste, sumisa, pero sin dejar de esbozar una tenue sonrisa en las comisuras provocaba en los hombres una excitación inusitada.

—Lo lamento Yamaguchi-san, pero mi marido no está en casa —dijo con un tono frágil, casi inaudible.
Pu... ¿puedo esperarle aquí señora Natsukawa? —consiguió preguntar el hombre con un nerviosismo mal disimulado.
Utako asintió y terminó la afirmación con una reverencia sutil. Tras ello se incorporó y con pequeños pasos cortos pero diligentes abandonó la habitación de seis tatami por la puerta ubicada frente al prestamista.

Yamaguchi san intentó recobrar la compostura. No era nada fácil. Estaba seguro que cualquier hombre que estuviera en su lugar (a solas con Utako) sentiría como sus más bajos impulsos se adueñarían de la razón. Reparó entonces en el objetivo de su visita: debía recaudar la deuda de Natsukawa san, a la que se le había anexado ya una interesante cantidad de intereses fruto del impago de las últimas cuotas.

Utako irrumpió en la sala y procedió a servir el té. Muda tanto en palabras como en expresión, recogió su manga para comenzar el ceremonioso proceso y dejó entrever un resquicio de su blanca y delicada muñeca. Yamaguchi san se percató de ello, y, como si estuviera hechizado por un alma perversa, agarró con fuerza el brazo de la dama provocando que la tetera se derramase sobre el tatami.

Mientras seguía apresando a la muchacha por la muñeca pese a su floreciente muestra de terror, analizó cuanto estaba aconteciendo. Se reprochó su deleznable actuación, pero tan noble pensamiento se apaciguó al son de un pulso creciente. Un pulso rítmico que comenzó a irrigar todo su ser provocándole un calor insoportable que le obligaba a desnudarse; a desnudarla. Ya era tarde para la razón.

Forcejearon, y el hombre consiguió agarrar el segundo brazo de la joven mientras ella gritaba. La giró con violencia de espaldas hacia él y se arrimó cuanto pudo mientras notaba cómo abandonaban las fuerzas a la hermosa dama. La arrojó al suelo y comenzó a desanudar el hakama. Utako cesó en su súplica lo que provocó que Yamaguchi san dejara de desnudarse. Asió de nuevo la mano ahora inerte de la mujer. 

El pulso que otrora ardía le helaba en ese momento. Tampoco se alojaba en el mismo sitio, pues se había concentrado en un único punto: la boca del estómago. Parecía imposible que su inocente juego hubiera desembocado en la extinción de la vida de la hermosa joven. 


Se apresuró aterrado a incorporar a Utako. Su rostro había desaparecido.

Mito
       El Noppera-bô es uno de los numerosos Yôkai con habilidades de transformación (como el Tanuki y el Kitsune, de los que hablaré a su momento en otra entrada). Tiene varias formas de representación, desde una figura amorfa de pies y brazos cortos donde el resto del cuerpo la conforma la cara desprovista de ojos, nariz ni boca (imaginad a un mr. Potato sólo con pies y brazos). 
Otras veces se le representa con forma antropomórfica pero con la distinción de que nunca debe tener cara.  

       No se trata de una criatura peligrosa; más bien le gusta aterrar a humanos tomando la forma de alguien y luego presentando su forma sin rostro. Se cuentan historias donde se transforman en hermosas muchachas para luego asustar a su víctima, como en la que me he basado para crear el relato. En otras historias se aparecen con el rostro de algún familiar ya difunto y posteriormente borran su rostro.

      Hay otras criaturas con habilidades similares al Noppera-bô, pero que se tratan de Yôkai diferentes. Los Mujina, por ejemplo, también se presentan sin rostro, pero pueden transformarse en cualquier cosa, mientras que el Noppera-bô sólo mutarían en seres humanos. La Ohaguro Bettari es una especie similar con la particularidad de que siempre tiene forma femenina y aunque carece del resto de la cara, sí tiene una enorme boca donde lucen su "hilera de dientes negros" de donde le viene el nombre.

      Es por su infinidad de historias, apariciones en mangas, anime, videojuegos, etc. de los Yôkai más populares en Japón


Comentarios

Entradas populares de este blog

El desfile nocturno de los cien demonios

Futakuchi Onna