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Mostrando entradas de agosto, 2018

Gaki

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Relato corto Posiblemente estaba siendo el mejor día de su vida. A la desmesurada euforia que le había provocado el saberse ganador del sorteo de lotería le había continuado la visita a su empresa, donde se sentía explotado y miserable, para comunicar que se marchaba, alegando que tenía una nueva ocupación que no podía desatender. Antes de abandonar el edificio, Kobayashi había propuesto a la exuberante secretaria, Yukio, quien siempre lo había rechazado con el mayor de los desprecios, a que lo acompañara a almorzar en el restaurante más lujoso de la ciudad. Quien sabe qué artimañas había utilizado para que por fin cambiara de opinión. Alzó la copa, triunfante, para proponerle un brindis a Yukio. Ésta le acompañó sonriente. Tras ello le preguntó si quería acompañarle al  hotel que había cerca del restaurante. La secretaria asintió sonrojada ante la invitación. Kobayashi alzó la mano acompañándola de un grito para avisar al metre, llamando también la atención del resto de los ref

Funa Yûrei

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Relato corto Hachirô e Isao crecieron juntos en Sadowara, en la isla de Kyûshû. Amigos desde la infancia, aprendieron juntos en su juventud el oficio de pesca del pulpo. Se casaron cada uno con una de las hermanas Takayama; construyeron sus hogares anexos y cada mañana en la temporada del pulpo salían a faenar en el barco pesquero que compartían. Aquella noche Hachirô salió de su casa mucho antes de la salida del sol. Cerró la puerta con sigilo para no despertar a su mujer y anduvo cargado con los aparejos de pesca. Se encontró con Isao haciendo lo propio y juntos se dirigieron a su humilde barca.  –No estás muy hablador hoy –reprimió Isao. –He pasado mala noche. He tenido una pesadilla –se excusó Hachirô. –Bueno, pues cuéntamela. Así amenizamos la faena. –Estábamos en la barca tú y yo –comenzó –pero perdíamos el rumbo debido a la tempestad. Nos perdimos en una niebla muy espesa y, de entre tal oscuridad un pequeño candil comenzó a brillar. Remamos desesperados hacia la

Bakeneko y Nekomata

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Relato corto –Mira mamá, un gatito. ¿Podemos quedárnoslo? –imploró Ueko con sus penetrantes ojos negros a su cansada madre. –Parece viejo, Ueko –contestó su mamá. –Pero... ¡Él estaba en la casa antes que nosotras!. A lo mejor la casa es suya. ¿Verdad, Neko-chan? –dijo Ueko con orgullo por la ingeniosa respuesta mientras observaba al demacrado animal. –Está bien, Ueko. Pero, por si acaso no te acerques mucho, no vaya a ser que te arañe. Aún no confía en nosotras. Déjalo que descanse tranquilo y ayúdame con estas cajas. El camión de la mudanza acababa de marcharse y aún quedaba mucho por hacer. La mamá de Ueko quería aprovechar la tenue luz del sol de otoño que quedaba para acabar de meter las cajas en la vivienda. Estaban cansadas pero amenizaron la labor cantando las alegres canciones que Ueko había aprendido ese año en la escuela. Mientras, el gato las analizaba desde su cálida piedra de jardín con soberbia, analizando cada acción de las dos intrusas que alteraban