Gaki

Relato corto
Posiblemente estaba siendo el mejor día de su vida. A la desmesurada euforia que le había provocado el saberse ganador del sorteo de lotería le había continuado la visita a su empresa, donde se sentía explotado y miserable, para comunicar que se marchaba, alegando que tenía una nueva ocupación que no podía desatender. Antes de abandonar el edificio, Kobayashi había propuesto a la exuberante secretaria, Yukio, quien siempre lo había rechazado con el mayor de los desprecios, a que lo acompañara a almorzar en el restaurante más lujoso de la ciudad. Quien sabe qué artimañas había utilizado para que por fin cambiara de opinión.

Alzó la copa, triunfante, para proponerle un brindis a Yukio. Ésta le acompañó sonriente. Tras ello le preguntó si quería acompañarle al  hotel que había cerca del restaurante. La secretaria asintió sonrojada ante la invitación. Kobayashi alzó la mano acompañándola de un grito para avisar al metre, llamando también la atención del resto de los refinados comensales, que desde un principio no habían aceptado con buen gesto la presencia del escandaloso hombre y su acompañante. Sacó un puñado de billetes arrugados y sucios del bolsillo para abonar la cuenta y salió del establecimiento seguido de Yukio.

Lo que aconteció después es impropio de ser escrito o relatado de forma alguna. Sólo referiré, que en varias ocasiones, distintos huéspedes tuvieron que quejarse a la recepción del hotel alegando que el escándalo provocado en la habitación 315 no les permitían conciliar el sueño. El botones se acercaba a la habitación tantas veces como protestas iba recibiendo, pero siempre en vano, ya que la pareja no parecía querer atenderle.

El ocupante de la habitación vecina a la pareja, la 316, salió de su dependencia con brusquedad. Dio dos pasos dirigiéndose hacia donde moraban los obscenos ocupantes, clavando los talones en la moqueta y alzó el puño. Antes de poder aporrear la puerta, ésta se abrió con idéntica violencia a como la había abierto él mismo segundos antes, dejándolo sentado sobre el piso. Alcanzó a ver desde su posición como una mujer ataviada sólo con una sábana anudada de cualquier manera corría por el prologado pasillo gritando histérica abandonando a su pareja.

Kobayashi abrió los ojos y se percató de que ya no estaba en la mullida cama donde esperaba haber despertado. De hecho se hallaba tendido sobre tierra árida de la que tragó al sobresaltarse. Tosió mientras se incorporaba. Miró alrededor: un oscuro y funesto bosque a su espalda, un vetusto templo hacia el frente, antecedido por un arco sintoísta o torii. La decisión de Kobayashi fue la de resguardarse en el edificio, por lo que corrió, atravesó el umbral de la estructura sagrada y se paró en seco, petrificado ante la imagen que aconteció.

El habitante de la habitación 316 veía como la muchacha se perdía al girar en el final del pasillo. Al no poder continuar observándola, el único estímulo que le quedaba se encontraba frente a él. El pequeño pasillo de la entrada de la habitación de sus escandalosos vecinos se abría a su terminación dejando ver una mesa sobre la que se encontraba la televisión apagada y un termo de agua para el té que no parecía haberse utilizado. En el otro extremo de la panorámica se observaba la mitad inferior de la cama, sobre la que reposaban las piernas de un varón que no parecían moverse, lo que era algo extraño, teniendo en cuenta la eufórica marcha de la mujer hacía unos instantes. El vecino, levantándose de la moqueta, irrumpía lentamente en la habitación.

Kobayashi no podía creer lo que veían sus ojos. Estaba rodeado por una decena de repugnantes criaturas similares a personas de piel viscosa, con extremidades raquíticas y un abultado abdomen. Sus rostros reflejaban una extrema agonía, y se hallaban ocupados llevándose puñados de excrementos a la boca continuamente.  Kobayashi se cubrió la boca, intentando no vomitar por la repugnancia de la escena, cuando de repente abrió los ojos como pareciendo haber comprendido lo que había ocurrido. Tras ello, cayó de rodillas como un plomo y comenzó a llorar.

El vecino de la habitación del hotel avanzaba viendo restos de comida por el pasillo, hasta que al fin pudo ver el resto de la habitación que hasta ahora le permanecía oculta. Lo que presenció le produjo una fuerte arcada: un hombre desnudo e inerte se hallaba tumbado en la cama, atado de manos al cabecero de la misma. Su abdomen se encontraba anormalmente hinchado, como el de una embarazada en el octavo mes. De la boca y del recto había surgido una desagradable sustancia, la misma. Parecían excrementos formando un dibujo en las sábanas como producto de una fuerte explosión.

Una popular revista sensacionalista amaneció con el siguiente titular: «Hallado cadáver de un Gaki en la habitación de un lujoso hotel en Ginza». 

Mito
Normalmente es habitual que las entradas del blog las escriba con la historia al principio y la explicación de la criatura después. Esta forma de organizarme no es azarosa, pues prefiero que se conozca el relato sin "spoilers", pero reconozco que a veces es indispensable conocer a la criatura sobre la que escribo para entender la historia  completamente. 

Gaki https://goo.gl/images/aA3Ecc

Al ser ésta una de esas veces, y habiendo mantenido la habitual estructura, voy resarcirme explicando la historia a la vez que al Yôkai.

Gaki y Yurei https://pin.it/ddgnwxuilx73xs
Los japoneses, al seguir una doctrina budista, creen en la reencarnación. La forma en la que desarrollamos nuestros actos en vida determinarán el ser en que nos reencarnemos en nuestra próxima vida. Pero no se limita a volver como personas, escarabajos o cualquier otro ser vivo. También podemos reencarnarnos en los infiernos como horribles criaturas. Los Gaki son una de estas criaturas.

Habitan en el llamado Gakidô, una especie de abismo desolado. Tienen apariencia de criaturas antropomorfas, de brazos y piernas muy delgadas y abdomen abultado, como se muestra en las imágenes. Están condenadas a vivir siempre hambrientas, puesto que la comida que van a ingerir se carboniza antes de entrar en sus fauces. Sólo se les permite comer cosas sucias, tales como heces, vómitos o cadáveres.

Para reencarnarnos en un Gaki hemos tenido que llevar una vida de excesos hedonistas tal y como le ocurre a Kobayashi en la historia quien, dando rienda suelta a los placeres sin ningún tipo de mesura, acabó pereciendo en el clímax del deleite (posiblemente a causa de un infarto). Por ello, ha terminado reencarnándose en el Gakidô, donde terminará por transformarse en una de éstas criaturas.


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