Bakeneko y Nekomata

Relato corto
–Mira mamá, un gatito. ¿Podemos quedárnoslo? –imploró Ueko con sus penetrantes ojos negros a su cansada madre.
–Parece viejo, Ueko –contestó su mamá.
–Pero... ¡Él estaba en la casa antes que nosotras!. A lo mejor la casa es suya. ¿Verdad, Neko-chan? –dijo Ueko con orgullo por la ingeniosa respuesta mientras observaba al demacrado animal.
–Está bien, Ueko. Pero, por si acaso no te acerques mucho, no vaya a ser que te arañe. Aún no confía en nosotras. Déjalo que descanse tranquilo y ayúdame con estas cajas.
El camión de la mudanza acababa de marcharse y aún quedaba mucho por hacer. La mamá de Ueko quería aprovechar la tenue luz del sol de otoño que quedaba para acabar de meter las cajas en la vivienda. Estaban cansadas pero amenizaron la labor cantando las alegres canciones que Ueko había aprendido ese año en la escuela. Mientras, el gato las analizaba desde su cálida piedra de jardín con soberbia, analizando cada acción de las dos intrusas que alteraban su tranquilidad.

–Ue-chan, tráe la última caja al salón –exoró la madre exhausta.
Ueko se dirigió al jardín ya oscuro obedeciendo la petición de su madre. Analizó la manera más confortable de levantar el pesado bulto cuando un destello captó su atención. Soltó la caja, que aún no había alzado a pulso, y se acercó lentamente a la arboleda. Un sonido extraño rompió el silencio y sobresaltó a la niña. Procedía del mismo sitio que el brillo que creía haber visto, pero la oscuridad de la noche acentuada por la sombra que producían los árboles del jardín le impedían identificar de qué se trataba. 
Sabía que no debía acercarse, pues era peligroso. Su mamá siempre le había advertido que debía resguardarse de la noche, ya que criaturas extrañas pululaban las calles con malas intenciones; pero aquel sonido de agonía que había escuchado parecía un lamento, una petición. Quizás alguien o algo precisaba su ayuda. ¿Le recriminaría su mamá por su imprudencia?. Pero, ¿qué podría pasarle si se hallaba a pocos metros de ella y en el recinto de su propia casa?
El debate falló a favor de la curiosidad. Ueko se acercó con extrema precaución mientras notaba como el pulso de su corazón le apretaba la garganta obligándole a acelerar la respiración. Detuvo la premiosa marcha ante una figura que se irguió ante ella. El gato salió de la oscuridad que le ofrecían los árboles. Se acercó a ella mirándola fijamente. Ueko calló sobre el césped como un plomo ante la horripilante escena.
El animal que se le acercaba estaba andando con las patas traseras, totalmente erguido. Dos largas colas se balanceaban tras su trasero, creando una danza hipnótica. Tres bolas de fuego azul intenso surgieron alrededor de su cabeza, a modo de aureola y maullaba gritos parecidos a lamentos agónicos. 
Ueko se levantó con torpeza y comenzó una destartalada carrera hacia el interior de la casa. 
–¿Por qué has tardado tanto, Ue-chan? –comenzó a decir su madre antes de percatarse de la expresión de terror de su hija. –¿Qué te pasa? –preguntó de nuevo, ya preocupada.
Ueko no contestó. Se limitó a llorar mientras señalaba al jardín. Su madre dirigió la mirada con presteza hacia el lugar que indicaba su hija. En ese momento vio a la horrible criatura acercándose al umbral. 
Las llamas cerúleas que acompañaban al animal bípedo comenzaron a tornarse en demacrados rostros de cadáveres, a la vez que desencajaban las fauces de una forma antinatural de las que surgían espectros de familiares ya difuntos de la madre de Ueko. Hija y madre se abrazaron gritando sin consuelo.
–¡Mira papi, un gatito!, ¿podemos quedárnoslo? –preguntó Ryosuke a su padre que le seguía cargando una caja de mudanzas.

Mito
Los Nekomata y Bakeneko son dos de los Yôkai más famosos. Aunque normalmente se les confunde como una sola criatura, hay diferencias entre ellos. 
Los Nekomata surgen de gatos con más de 35 años, que hayan alcanzando un cierto peso, y a los que le crece una segunda cola. A partir de la bifurcación de la extremidad, ya son considerados Yôkai y adquieren habilidades sobrenaturales normalmente relacionados con la nigromancia. Además, los Nekomata intentan "humanizarse" andando sobre las patas traseras y produciendo maullidos similares al habla humana. No tienen la habilidad de convertirse en humanos, como sí pueden hacer otras criaturas como los zorros (kitsune) o mapaches japoneses (tanuki). Sin embargo se trata de un ser cambiante vivo, siendo esta última descripción la principal diferencia entre ambas criaturas.

Nekomata de Kazuaki Horitomo https://goo.gl/images/hMgKNK
El Bakeneko, por su parte, es un ser sobrenatural, un espíritu. También puede convertirse desde un gato doméstico, pero éste debía tener 100 años de edad. Pueden surgir también de gatos que bebieran el aceite de las lámparas, y, a diferencia del Nekomata, su cola podía dividirse entre dos y siete veces. El Bakeneko devoraba los humanos para robarles la identidad, lo que le permitía seguir cosechando nuevas víctimas.

Debido a que el número de colas distinguían a éstos Yôkai de los gatos comunes, en el Japón feudal se empezó a cortar las colas de los gatos domésticos con la esperanza de que no se convirtieran en Nekomata o Bakeneko, y por la misma razón se echaba de las casas a los gatos domésticos que alcanzaban los 13 años de edad.


La popularidad de estos Yôkai en nuestros días se ha visto aumentada gracias al famoso videojuego "Yôkai Watch" donde uno de los protagonistas "Jibanyan" está basado en esta criatura.
Jibanyan del videojuego y anime "Yôkai Watch" https://goo.gl/images/LRXCVY

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