Kashima Reiko

Relato corto
El móvil estaba vibrando. Sonaba la alarma que Kobayashi había configurado aquella misma mañana mientras se dirigía en metro a la oficina. En aquel momento se debatió entre programar el teléfono o no hacerlo, ya que estaba teniendo serios problemas con su jefe por marcharse antes de terminar su jornada. 
Se le acumulaba el trabajo. Montañas de documentos se sumaban a los de ayer y éstos a su vez a los del día anterior.  Sin embargo, si no se marchaba a las 20:55 no vería a aquella hermosa mujer.
Tras un encuentro fortuito, cruces de miradas, sonrisas tímidas y ni una sola palabra, no sabía más de ella sino que tomaba el metro en la estación de Sugamo en dirección a Nishi-Takashimadaira a las 21:10; en el andén contrario al que él tomaba. Tras tres días de aquella estúpida situación, estaba decidido a actuar. Cruzaría el andén y se montaría en el vagón con ella. No sabía cómo pero iniciaría una conversación. La que fuera, con tal de conocerla un poco más. La necesitaba, incluso más que a su trabajo, su alquiler, o a su propia familia. Estaba dispuesto a todo por tal de estar con ella.

—¡Mierda! —exclamó tras mirar el móvil —¡son las 20:59!
Dio un botonazo al interruptor de su ordenador, ignorando tanto al mensaje que le consultaba si deseaba guardar los archivos como a las caras de asombro de sus compañeros de oficina. Cogió la chaqueta y el maletín y sin colocarse ninguno de los dos accesorios corrió hacia la salida de la sala. Tomó el ascensor, que apareció al instante ante la llamada vehemente de Kobayashi y al fin salió del edificio corriendo mientras se colocaba la chaqueta. 

El reloj digital que apareció en la pantalla de publicidad del edificio anexo a la entrada del metro tras el anuncio de Shiseido marcó las 21:08. Aceleró la marcha y se adentró en el subsuelo por el acceso que tomaba siempre. Bajó a toda prisa y se le heló el corazón al escuchar el estruendo de la maquinaria del metro que aminoraba indicando que acababa de llegar. Se apresuró todo lo que pudo, acabó el último tramo de escalones, giró hacia la izquierda por el desolado pasillo vislumbrando a su término el vagón con las puertas abiertas. Corrió y corrió pero el pitido intermitente del cierre de puertas le anunció que era en vano. La máquina inició la marcha tan pronto había alcanzado el arcén. 
Acelerado, con la respiración entrecortada y frustrado, se agachó desolado al saberse conocedor de haber perdido la oportunidad de verla. El pensar en esperar al día siguiente no le reconfortó. Necesitaba verla, ¡ahora!.

Recobró el aliento en el mismo instante en que el último vagón pasaba veloz ante él. Se quedó atónito al verla. Estaba esperándole justo enfrente, en el andén que él debía coger cada día. 
—¿Por qué está enfrente? —pensó —¿Habrá cruzado el andén por mí?
No tenía claro por qué, pero allí estaba. Con una postura tímida, pies encontrados, asiendo su maletín con ambas manos mientras lo balanceaba y fijando la vista hacia el suelo esbozando una tenue sonrisa.
—Es... Espérame —le ordenó Kobayashi con voz grave. Y corrió.
En la marcha acelerada por alcanzar el andén opuesto una vorágine de ideas, hipótesis e intenciones le abrumaba el pensamiento. 
—¿Por qué me habrá esperado? ¿Es que querrá conocerme? ¿Qué le digo ahora?
Todas aquellas cuestiones más que inseguridad le provocaban un estado anestésico reconfortante. Puede ser porque las respuestas eran del todo intrascendentes. Ella estaba allí, y era lo único que importaba.
Al fin, tras el laberíntico entramado de escaleras y pasillos el andén se mostró ante él. Pero la sonrisa se desdibujó ante la estación vacía.
—¿Ho... Hola? ¿Estás ahí?
Sus ojos, frenéticos, recorrieron todo el lugar revelándoles que estaba sólo. 
—¿Hola? —repitió. Esta vez más decidido, con más fuerza. Pero la certeza de que la chica se había marchado lo desoló como si una esquirla de hielo le atravesara el pecho.
Derrotado, sin ánimo alguno, pensó en salir de la estación a tomar algo de sake caliente en algún izakaya cercano. No quería volver a casa sólo.

Iniciando la lúgubre marcha, un sonido metálico captó su atención lo que lo llevó a mirar de nuevo hacia el andén. 
—¿Hola? —la pregunta surgió sin proponérselo. Pero tampoco recibió respuesta.
En idénticas circunstancias se repitió el mismo sonido, pero esta vez algo había cambiado.
Primero una mano, seguida de la otra se agarraban al andén desde las vías. Ante tal situación desconcertante una cabeza se asomó. Se trataba de la hermosa muchacha. Kobayashi, perplejo, corrió en su ayuda, pero se detuvo en seco ante la pregunta que le formuló:
—¿Sabes mi nombre?
El chico no contestó, ignoró la extraña cuestión y retomó su plan original de socorrerla. 
—¿Sabes mi nombre? —repitió la muchacha, esta vez con un tono helado, similar al que se produce al afilar una hoja de metal.
El sonido desconcertó a Kobayashi dejándolo inmóvil de nuevo.
Los brazos de la chica se sujetaron con fuerza al andén levantando su torso cercenado por la cintura a la par que se le deformaba la cara, desencajando su mandíbula de forma grotesca y su piel tomaba un tono pardo azulado. 
—¿Dónde están mis piernas? —gritó la criatura produciendo un estruendo como el de un tren descarrilando.
Kobayasi reaccionó horrorizado intentando huir de la estación al son de un pulso creciente que le aceleró de manera sobrehumana en pos de la supervivencia.
La criatura, con sus manos apoyadas en el suelo como único medio de locomoción, inició una marcha errática por capturar a su presa mientras los intestinos dibujaban con sangre el camino que iba recorriendo.
Los ojos cetrinos y mechones de pelo húmedos demacraban aún más a la siniestra criatura quien con sus delgados brazos y manos sangrantes, corría a un paso más veloz que el pobre muchacho. 
Kobayashi, debido a la parálisis que la imagen le produjo, resbaló quedando a merced del monstruo quien logró alcanzarlo agarrándole con fuerza del tobillo con una de sus manos cadavéricas. Boca abajo, el muchacho que no tenía nada cercano a lo que agarrarse para impedir que lo arrastrara, hincó los dedos sobre el cemento, pero la fuerza con la que la criatura lo empujaba logró arrancarle las uñas produciéndole un inmenso dolor. 
En el silencio de la estación, sólo quebrado por los gritos de Kobayashi, incluyó ahora el sonido de los frenos del vagón que se acercaba veloz. La criatura tiraba de él irremediablemente hacia las vías con la fuerza de uno solo de sus brazos mientras se arrastraba por el suelo y agarraba la pierna del joven aterrorizado con el otro. La luces del metro cegaban al pobre muchacho, quien se encontraba ya en el borde de la vía. Un último tirón de la pierna lo precipitó justo cuando el vagón chirriaba.

Kobayashi dio un grito de terror. Una luz blanca le cegaba. El sonido del móvil vibrando como un eco lejano. Los compañeros de oficina juzgándolo con mirada crítica. El reloj del teléfono móvil marcaba las 21:00. 


Mito
La criatura protagonista del relato de hoy surge de una leyenda urbana japonesa. Similar a Toire no Hanako-san o Futakuchi Onna, se trata de una criatura de pesadilla a la que se le atribuye una historia real.
En la región de Hokkaido se dice que un grupo de borrachos se encontraron con una muchacha llamada Reiko que iba de camino a su casa por la noche. Extasiados por el alcohol empezaron a bromear con ella, mientras Reiko aceleraba el paso para huir del grupo de impresentables. Alcanzándola comenzaron a golpearla y consiguieron abusar de ella dejándola abandonada en un terrible estado. 
Incapaz de levantarse, Reiko comenzó a arrastrarse mientras suplicaba ayuda, pero no había nadie que pudiera socorrerla. En el estado en que se encontraba no pudo discernir que se acercaba a las vías del tren, y terminó cayendo en ellas de forma irremediable. El próximo tren sería quien pondría fin a su sufrimiento, segmentándola por la cintura en dos partes.
El rencor y la venganza fue lo que provocó que el fantasma de Reiko continuase en nuestro mundo en busca de sus piernas perdidas. 
Además de estaciones de tren y metro, se cuenta que puede aparecerse en baños públicos. Cuando se aparece, la leyenda cuenta que formulará la siguiente pregunta: 
—¿Dónde están mis piernas? 
A lo que debe contestarse:
—En la autovía de Meishin
Ante la respuesta, ella preguntará:
—¿Quién te dijo eso?
Y se le debe contestar:
—Kashima Reiko me lo dijo.

Kashima Reiko

Otras versiones aseguran que la pregunta que nos formulará sería:
—¿Sabes mi nombre?
El nombre de Kashima proviene de la acotación de las palabras: Kamen, Shinin, Ma, que se traducen como "máscara", "persona muerta" y "demonio". La repuesta que debemos dar ante esta versión, es Kamen-Shinin-Ma, en vez de Kashima, si no queremos que la criatura nos parta por la mitad.

Kashima Reiko se confunde con otra criatura denominada Teke-Teke, quien tiene una leyenda muy similar a la suya. El espíritu también surge de una muchacha seccionada en dos al caer a las vías del tren, sin embargo se dice que aparece por las noches en colegios o institutos masculinos. Aparecerá apoyada por los codos ante una ventana, y si algún chico le pregunta qué hace en un colegio masculino ella se girará dando un salto y mostrando que le falta la parte inferior de la cintura.

¿Qué os ha parecido la historia? 


Desde luego es de las más aterradoras que he escuchado.

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